El INTA y el Instituto Agrotécnico “Pedro M. Fuentes Godo” analizan la incorporación de este abono que se destaca por aportar nutrientes, mejorar la actividad biológica de los suelos y aumentar los rendimientos de los cultivos. Se trata de una alternativa sustentable que puede ser preparado por los productores con ingredientes a su alcance.
Con el objetivo de impulsar la sustentabilidad en las producciones agrícolas y, en esta línea, disminuir el uso de fertilizantes inorgánicos y fitosanitarios, técnicos del INTA y el Instituto Agrotécnico “Pedro M. Fuentes Godo”, dependiente de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), evaluaron la incorporación de Bokashi, un biopreparado agroecológico.
Eda Avico –investigadora del INTA de Colonia Benítez, Chaco– confirmó el efecto positivo de aplicar este abono en el cultivo de mamón. “Los resultados preliminares, realizados por el laboratorio de Suelos del Instituto Agrotécnico, muestran que donde se ha aplicado Bokashi hay un incremento en nutrientes como Calcio, Potasio y Magnesio”, señaló.
Además, Avico expresó que “esta tendencia también se observa en los rendimientos del mamón, en el número y peso de frutos con destino a elaboración de dulces y consumo en fresco” y que en el cultivo de rúcula también obtuvieron mejores rendimientos con el aporte de Bokashi.
Ramiro Monteros Solito –investigador del INTA en Colonia Benítez– explicó que el Bokashi, término del idioma japonés que significa abono orgánico fermentado, es ampliamente utilizado en las producciones agroecológicas y surge como una alternativa sustentable para la producción frutihortícola del Chaco. “Es un biopreparado sólido fermentado aeróbico resultante de la descomposición natural de la materia orgánica por acción de los microorganismos”, indicó.
Para Cristina Sotelo –investigadora del Instituto Agrotécnico “Pedro M. Fuentes Godo” de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNNE– “resulta clave el manejo, conservación y recuperación de suelos del nordeste argentino” y destacó que “uno de los objetivos de la producción sustentable es disminuir gradualmente el uso de fertilizantes inorgánicos y fitosanitarios”.
En este sentido, y de manera interinstitucional, se realizan ensayos destinados a recuperar el suelo de la región con prácticas sustentables como ser abonos verdes, biofertilización y abonos orgánicos.
“Emplear Bokashi en las producciones tiene numerosas ventajas entre las que se destaca el aporte de una gran cantidad de microorganismos al suelo, que brindan mejores condiciones de sanidad y aumentan intensamente la actividad biológica, lo que disminuye las enfermedades en los cultivos”, subrayó Sotelo. Además, aseguró que “este abono le suministra a la planta los microelementos en forma soluble y en un ambiente biológicamente favorable”.
Para elaborar el Bokashi es necesario contar con materia vegetal, mineral y microorganismos.
Monteros Solito considera que el Bokashi surge como alternativa sustentable que puede ser preparado por los productores con ingredientes a su alcance. Y, en este punto, detalló que para lograr una correcta elaboración es necesario contar con materia vegetal, mineral y microorganismos.
Con respecto a la materia vegetal, el investigador del INTA detalló que se puede utilizar cualquier material picado en un tamaño relativamente pequeño que facilite el proceso, pueden ser, hojas secas de árboles o frutales, pasto seco, paja seca, cascara de arroz, afrecho de arroz, restos de cultivos, carbonilla, entre otros. Para cubrir el requerimiento mineral, será necesario sumar tierra, cenizas de madera o cal de construcción.
En cuanto a los microorganismos, Monteros Solito especificó que el estiércol de vaca fresco aporta microorganismos vivos para el proceso de fermentación. Además, reconoció que “es la principal fuente de nitrógeno, mejora la calidad y la fertilidad de la tierra, al tiempo que aporta algunos nutrientes como, fósforo, potasio, calcio, magnesio, entre otros”.
A su vez, destacó el rol de la levadura como activador de la fermentación y el de las hojarascas de monte (mantillo), ambos considerados ingredientes que también aportan microorganismos.
Una receta, numerosos consejos
Para su elaboración, Monteros Solito recomendó “realizar todo el proceso en un lugar techado y con piso firme, donde no se acumule agua de lluvia”. A su vez, aconsejó apilar todos los ingredientes en un espacio de, por lo menos, 1 metro cúbico a fin de poder cumplir el ciclo de fermentación y elevación de temperatura.
“Los ingredientes se agregan por capas, que se van mojando con agua. Una vez que se colocan todos los ingredientes, se mezclan con pala para homogenizar, airear y humedecer, si hiciera falta”, explicó el especialista del INTA Colonia Benítez. La pila debe elevar su temperatura por acción de la actividad de los microorganismos a 60º C, a partir de allí se enfría revolviendo sin agregar agua.
A los 21 días aproximadamente, cuando la pila tiene la misma temperatura que el ambiente y bajó considerablemente su volumen, está listo para ser usado.
Fuente: INTA Informa