Un equipo internacional de investigadores, integrado por especialistas de la Argentina y Alemania, estudió cómo cambia ese equilibrio frente a la intensificación agropecuaria. Los primeros resultados mostraron que numerosas especies de aves modifican su respuesta a medida que el paisaje se transforma.
La región del Gran Chaco americano alberga no solo una gran diversidad de recursos biológicos, sino también un acervo cultural muy valioso. Sin embargo, al mismo tiempo, la deforestación amenaza su conservación a largo plazo. Por esto, un equipo internacional de investigadores, integrado por especialistas del INTA, del Conicet y de la Universidad Humboldt de Berlín –Alemania–, indagó en cómo numerosas especies de aves modifican su respuesta a medida que el paisaje cambia a su alrededor, por la intensificación productiva.
El estudio, recientemente publicado en la revista científica Journal of Applied Ecology, busca comprender cómo impactan los cambios del uso de la tierra en la biodiversidad del Gran Chaco.
“Cómo responde la biodiversidad a la intensificación agropecuaria depende en gran medida de las características del paisaje, y los paisajes a su vez pueden cambiar drásticamente a medida que avanza la deforestación”, señaló Julieta Decarre, especialista del Instituto de Recursos Biológicos del INTA y una de las autoras del estudio, quien agregó: “Esto significa que las estrategias de conservación también deben adecuarse al contexto espacial”.
Comprender cuáles son los impactos de la producción agropecuaria es de vital importancia para encontrar estrategias que disminuyan o mitiguen la pérdida de biodiversidad. “Esto puede ser más complejo de lo que se piensa”, aseguró Decarre e indicó: “En muchas regiones del hemisferio sur, los bosques desaparecen a medida que la producción agropecuaria se expande e intensifica”.
Se trata de una tendencia que va en ascenso, debido a la creciente demanda de productos agrícolas y ganaderos, como la soja y la carne vacuna. Por esto, “observar el estado y conservación de los ambientes naturales y su biodiversidad es de importancia crítica”, consideró Decarre quien advirtió que para plantear estrategias de conservación exitosas “es necesario conocer de antemano cómo la biodiversidad responde a la expansión e intensificación de las actividades humanas”.
En este sentido, la articulación internacional buscó analizar cómo las comunidades de aves responden a los cambios en el uso de la tierra. Para el estudio, se utilizó un método de sustitución “espacio por tiempo”, la integración de un gran conjunto de datos de aves (197 especies, 234 sitios), tres medidas de intensidad de producción (rendimiento de carne, rendimiento energético, ganancia económica) y covariables ambientales.
Para esto, analizaron desde bosques con ganadería de subsistencia, pasando por silvopasturas, siguiendo por lotes de pasturas implantadas hasta terminar en lotes agrícolas. El ambiente control o “testigo” fue el bosque nativo chaqueño.
De acuerdo con Leandro Macchi, especialista del Instituto de Ecología Regional del Conicet, “uno de nuestros resultados más interesantes muestra que el equilibrio entre biodiversidad y producción cambia a media que el paisaje de alrededor se transforma”. En otras palabras, “las aves responden de manera diferente a la intensidad productiva, dependiendo de cuánto bosque quede en el paisaje circundante”, explicó.
Estudios anteriores analizaban el balance que se da entre biodiversidad y producción en circunstancias más acotadas, sin considerar lo que sucede a escala de paisaje y asumiendo que la respuesta de la biodiversidad permanece constante.
Sin embargo, este estudio encontró que numerosas especies que conforman la comunidad de aves del Chaco semiárido cambian su respuesta frente a la intensificación productiva a medida que el paisaje se transforma a su alrededor. “Algunas especies de aves, bajo ciertas circunstancias, se benefician con la presencia de ambientes productivos”, describió Macchi.
“Estas especies responden positivamente en paisajes que aún poseen una gran extensión de bosque. Sin embargo, rápidamente disminuyen su ocupación a medida que la deforestación aumenta y, con el tiempo, estas aves también desaparecen del paisaje”, amplió el especialista. Los casos más representativos son los del cardenal (Paroaria coronata), el loro hablador (Amazona aestiva), el benteveo (Pitangus sulphuratus) y el verdón (Embernagra platensis), entre otros.
La probabilidad de ocupación de la comunidad de aves, es decir promediando todas las especies, decrece rápidamente con la intensificación y cuando la cobertura de bosque en el paisaje es baja. Sin embargo, cuando la cobertura de bosque en los alrededores es alta, la ocupación de las aves se mantiene constante o incluso se incrementa a pesar de la intensificación.
“La ocupación de la comunidad de aves se incrementa en un 8 % en sistemas de ganadería de subsistencia, en un 15 % en silvopastoriles y en un 16 % en pasturas, cuando hay un marcado aumento de la cobertura de bosque en el paisaje. Mientras que, en los sistemas de producción más intensivos (agricultura), la ocupación varió del 6 % al 30 % a medida que el bosque aumentaba su cobertura hasta el 73 % en paisajes de 315 hectáreas aproximadamente”, se describe en el artículo publicado en Journal of Applied Ecology.
En este sentido, Tobías Kuemmerle, investigador de la Universidad Humboldt de Berlín, expresó: “Nuestros resultados muestran que en el análisis de datos locales de rendimiento y biodiversidad es necesario incluir a la escala de paisaje para definir con mayor certeza la mejor estrategia de producción y conservación. No hacerlo significa ignorar la importancia que posee el bosque circundante en el mantenimiento de la comunidad de aves del Chaco semiárido”.
En la actualidad, productores y tomadores de decisiones avanzan en la búsqueda de soluciones amigables con el ambiente y se plantean la necesidad de diseñar paisajes que mitiguen los efectos de la actividad agropecuaria.
Por este motivo, los aportes surgidos de este tipo de investigaciones resultan fundamentales para “fortalecer el desarrollo de estrategias adaptivas que apunten a maximizar el balance entre la producción agropecuaria y la conservación de la biodiversidad, a escalas amplias, mejorando ese equilibrio en el presente para garantizar la sostenibilidad a futuro”, concluyen los especialistas en la investigación.
Cabe destacar el valor de este tipo de colaboraciones que involucró el trabajo coordinado de investigadores dentro de la misma institución, entre instituciones y a escala nacional e internacional. “Estas actividades refuerzan los lazos y potencian las capacidades de producir avances y descubrimientos científicos de calidad”, aseguró Decarre.
Del trabajo también participaron Andrea Goijman y Gregorio Gavier, del Instituto de Recursos Biológicos, Matías Mastrangelo del INTA Balcarce –Buenos Aires– y Francisco Murray de la Agencia de Extensión Rural San Luis.
Recomendaciones
Respecto de la planificación territorial sobre los usos de la tierra y las áreas para la conservación de la biodiversidad en el Chaco semiárido, los especialistas recomendaron que, en las tierras bajo mayor intensidad productiva (agricultura) deberían insertarse en paisajes que mantengan por lo menos el 70 % de la cobertura de bosque en los alrededores (área aproximada de 315 hectáreas circundantes), mientras que en producciones ganaderas (pasturas implantadas), un 50 % de cobertura de bosque en el paisaje sostiene el 80 % de las especies de la comunidad de aves.
En este sentido, deberían promoverse producciones menos intensivas (silvopasturas, manejo de bosque con ganadería integrada) pues estas aportan valor de conservación. Estos tipos de manejo incrementan de por sí la cobertura boscosa en el paisaje productivo mitigando, hasta cierto punto, los efectos negativos de la intensificación.
En necesario reforzar el sistema de áreas naturales protegidas creando nuevas y mejorando la eficacia de las que ya se encuentran establecidas. Más del 90 % de las especies estudiadas se relacionan positivamente con la presencia de bosque mientras que otras especies, con problemas de conservación, habitan pastizales naturales. La adecuada planificación e implementación de áreas protegidas que contengan estos ambientes es de carácter urgente.
En definitiva,”los resultados indican que la combinación de tierras en uso productivo y tierras para preservación de ambientes naturales contribuyen a lograr el mejor balance entre producción y conservación de la biodiversidad. La identificación de esos paisajes ‘óptimos’ requiere aplicar herramientas de diseño del paisaje, esto abre una puerta para continuar investigando y colaborando como hasta ahora”, consideró Decarre.
*Fotos gentileza investigadores INTA